Ya no quiero sentarme en el banquete de los dioses
a beber néctar y ambrosía
con Afrodita a mi lado, impúdica, coqueteándome.
Eso de ser inmortal
y repetir el banquete por los siglos de los siglos
escuchando las mismas historias,
la misma ambrosía embriagando por eones,
escoger entre
la repetida coquetería impúdica de Afrodita
o la seriedad filosófica de Atenea.
¡Hay que ver qué piernas las que se gasta
la diosa de la sabiduría!
Lo que quiero hacer hoy
es arrastrar conmigo a las Musas
a tomar amarga helada cerveza
en los bares de la costa del Lago, en Granada
hasta el amanecer
acompañado de mis viejos amigos.
Bailar una cumbia con Calíope,
pedirle a Euterme que toque para nosotros
alguna rola de Jetrho Tull con su flauta,
buscar un rincón para escribir con Erato
un poema de amor a dos manos
y a media mañana, medio borrachos y felices
invitarlas al Parque Central
a comer un vigorón, reventada yuca cocida
con crujientes chicharrones
acompañado de un huacal de dulce chicha de maíz
para que se den cuenta
lo que se perdieron todos estos siglos
que pasaron pendejeando en el Olimpo.
Alejandro Bravo
4 de octubre de 2022